13 may 2008

Mirar

Si la ven, allí está, moviéndose, paso a paso y muy despacio, por ese rincón sucio. Tal vez ha traspasado tres o cuatro obstáculos en una hora, incluyendo esa gran cuchara con restos, roída por un nervioso paladar.

Nació de mi mano, tenia la sensación de miles y miles de hormigas nacientes y causando revolución. Nació como un maniquí, como una sombra, un prototipo sin gracia que pasea en busca de amor. Ropa. Dinero. Cemento.

Su fragante olor se sentía como a hierro como a un blanco pálido, ese que es aburrido sin vida, solo es.

Quiso ser arlequín uno triste. Cuando se daba la ocasión hacía el papel de Camile, al pararse con una sombrilla frente a los diente de león (escaso ya) que crecen en el parque de la Magdalena, tal ves imaginaba que eran amapolas o tulipanes y como se acercaba agosto, serraba sus férricos ojos y escuchaba el sonidos de los molinos de Holanda.

Creo que se ajustó al mundo, fue ella. Ropa. Dinero. Cemento. Un fuerte vibrar y uno que otro sonidito molesto cada dos minutos. Un botón, seco y milimétrico.

CLIC

CLIC

CLIC……

Si lo ven, allí está, moviéndose, paso a paso y muy despacio, por ese rincón sucio. Tal vez ha traspasado tres o cuatro obstáculos en una hora, incluyendo esa gran cuchara con restos, roída por un nervioso paladar.

La costumbre, es autómata, sin gracia. Un gran automóvil. Ropa, negra. Cemento. A muerto desde que es una sombra, desde que nació.

Por; José Andrés Ocaña

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